Cuidar la vida que termina

Cuidar la vida que termina

 

 

Por el Dr. Pedro Cía Gómez, catedrático coordinador del Foro de Deontología del Colegio de Médicos de Zaragoza. 

 

Prestar cuidados a quien los necesita  por motivo de su enfermedad es tarea que han asumido hombres y mujeres de todos los tiempos. “Cuidar es una acción cotidiana y permanente a lo largo de la vida humana”, escribe Germán Zurriaraín en la revista especializada “Cuadernos de Bioética” en 2017 (vol. XXVIII).

       Esa acción cotidiana y permanente  incluye la etapa final cuando no se espera ya la deseable curación, pero podemos  mejorar la calidad de vida. Conseguir mejorar la calidad de vida para el enfermo y para su entorno familiar ha inspirado la organización de cuidados paliativos. Su funcionamiento está siendo excelente y particularmente en nuestra comunidad de Aragón podemos dar fe de ello. Desgraciadamente, junto a la calidad del ejercicio de sus profesionales, es notable la escasez  de recursos. Hace algunas semanas el Dr. Rafael Mota, presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos declaraba al diario “20 Minutos” que de las 228.000 personas que requieren en España Cuidados Paliativos, unas 80.000 carece de acceso a ellos por la deficiencia de recursos que sufrimos.   

       Los Cuidados Paliativos tratan de mejorar la calidad de vida de pacientes y familiares. No se trata de alargar la vida sin beneficio para el paciente; ni de acortarla, actuando contra el valor de la vida humana, siempre digna de atención, aunque carezca de la calidad o utilidad deseada. Urge  disponer de medios y prestar todo el apoyo físico psíquico espiritual y socio-familiar que el enfermo requiere. Atender todas esas demandas con la mayor entrega es la obligación de familiares y profesionales. Ofrecer la salida legal de terminar con la vida no parece el  camino adecuado. De hecho el Comité Nacional de Bioética recientemente y por acuerdo unánime de sus miembros (según Informe del pasado 30 de septiembre)   se muestra contrario a la legalización de la eutanasia. Así mismo, el código de  Deontología Médica rechaza este tipo de actuación, en la misma línea de la Asamblea Médica Mundial. Resultaría contradictorio elevar a categoría de derecho una actuación en contra del criterio de los expertos de Bioética y de las orientaciones de la Deontología. Se comprende por todo ello que solamente una minoría de países en Europa mantengan  la legalidad de la eutanasia.

       Con la mejor voluntad, podría estimarse que estas leyes posibilitan el ejercicio del supuesto derecho de algunos, pero la realidad es que el hecho de que sea legal la eutanasia plantea a los pacientes un serio problema , ya que los enfermos en esta situación crítica, se encuentran en niveles de máxima vulnerabilidad, frecuentemente preocupados por la carga emocional, física o hasta económica que su enfermedad está produciendo a la familia y a veces sufriendo episodios depresivos (que se detectan en más de la cuarta parte de enfermos con cáncer avanzado) y ante ellos puede aparecer la posibilidad legal de terminar la vida como una solución inmediata, eficaz para poner fin a la situación, sin que tal decisión signifique un ejercicio de libertad. El problema se acentúa entre aquellos pacientes en situación de soledad  o  con escasos lazos afectivos con su entorno familiar o cuando no se dispone de unos cuidados paliativos a los que todos deberían tener acceso en caso necesario. 

      Urge  la atención a estos enfermos tan dependientes de nuestros cuidados (profesionales y no profesionales) . Cuidar  la vida en su etapa final es uno de los mayores ejercicios de solidaridad.